La figura del Disc Jockey (DJ) es cada vez más admirada y respetada. Un protagonista, que, en sus inicios, siempre cargaba con pesadas maletas repletas de vinilos y que es capaz de pasar largas horas en su elevado «púlpito», encorvado sobre el incesante giro de sus platos mientras produce sonidos de toda clase. Un cierto halo de misterio envuelve este mundillo de difícil acceso, fascinante para algunos, detestable para otros, desconocido para la mayoría. Las primeras referencias aparecen en torno a los años 40, una época en la que estos «selectores musicales» ambulantes divertían a las tropas en el frente, armados con un plato, amplificadores y una buena ración de discos. Son las iniciaciones de los presentadores, abundantes en la radio y televisión, y protagonistas de fiestas y reuniones durante mucho tiempo. Su calidad la definía su gusto para elegir los discos de una sesión.
El enfrentamiento del siglo XX: Kaspárov vs Deep Blue
Desde los años cincuenta, miles de ingenieros, programadores y matemáticos estuvieron diseñando computadoras y todo tipo de software para hallar una aplicación que pudiera superar la imaginación e intuición de un gran maestro de ajedrez. Esta carrera llegó a su meta en 1997, cuando el poderoso ingenio informático de Deep Blue conseguía lo que no había logrado un jugador de carne y hueso: derrotar a Garry Kaspárov —considerado el mejor ajedrecista de todos los tiempos— en un duelo oficial. El proyecto de investigación de IBM que dio lugar a Deep Blue se había puesto en marcha en 1989, paralelamente a la búsqueda de un procesador que pudiera solucionar los problemas matemáticos más complejos, para luego ser trasladados al tablero de ajedrez. Los resultados que obtuvo la empresa estadounidense hicieron temblar las creencias de quienes confiaban en que las capacidades de una máquina nunca podrían superar a las aptitudes humanas.