La contestación es tajante: NO. Un sistema es indescifrable hasta que alguien lo descifra y tira para abajo las estadísticas correspondientes. Las claves de 512 bits eran impenetrables hasta que un grupo de aficionados de Internet las quebraron utilizando el tiempo muerto de sus ordenadores. Es importante resaltar que no fue un departamento de superordenadores ultrasecretos de algún gobierno todopoderoso el que rompió la clave, sino personas como nosotros que se bajaron un cliente de Internet. Asimismo, está siempre la cuestión de la seguridad y privacidad de nuestros datos, con las búsquedas, gustos, etc. que los smartphones, tablets y demás dispositivos nos permiten sacar provecho y en el cuál no se está exento de algún inconveniente. En definitiva, la seguridad es un compromiso entre la dificultad para romper una clave, una estrategia o una defensa y el coste de la información que se protege.
El enfrentamiento del siglo XX: Kaspárov vs Deep Blue
Desde los años cincuenta, miles de ingenieros, programadores y matemáticos estuvieron diseñando computadoras y todo tipo de software para hallar una aplicación que pudiera superar la imaginación e intuición de un gran maestro de ajedrez. Esta carrera llegó a su meta en 1997, cuando el poderoso ingenio informático de Deep Blue conseguía lo que no había logrado un jugador de carne y hueso: derrotar a Garry Kaspárov —considerado el mejor ajedrecista de todos los tiempos— en un duelo oficial. El proyecto de investigación de IBM que dio lugar a Deep Blue se había puesto en marcha en 1989, paralelamente a la búsqueda de un procesador que pudiera solucionar los problemas matemáticos más complejos, para luego ser trasladados al tablero de ajedrez. Los resultados que obtuvo la empresa estadounidense hicieron temblar las creencias de quienes confiaban en que las capacidades de una máquina nunca podrían superar a las aptitudes humanas.